Top 10 tipos de jefes más tóxicos
En el mundo empresarial la figura del jefe o patrón de la empresa es básica, pero de todos es sabido que algunos no son oro del que reluce, es por ello que hemos elaborado nuestro Top 10 tipos de jefes más tóxicos.
Top 10 tipos de jefes más tóxicos
- El ausente. Aparece por la oficina en contadas ocasiones y siempre en los momentos más inoportunos. Hay jefes ausentes buenos que cumplen con su trabajo y exigen lo mismo a sus empleados, pero otros, los malos, no dan “un palo al agua” y además culpan de los errores causados por su ausencia a todo el mundo
- El paternalista. La primera impresión es positiva, pero a la larga son tan “pesados” que impiden que sus empleados sean autónomos. Al creerse que son nuestros padres pierden la objetividad. A los empleados se les trata como personas, no como hijos.
- El marca. Se sienten tan protagonistas que hacen lo posible por superar la relevancia de la marca de su empresa. Si lo hacen bien, no es grave, pero si cometen un error, la empresa lo acaba pagando.
- El relaciones públicas. Conversador, amable, extrovertido… todas las cualidades que crean un buen entorno laboral. El problema es que el jefe es el jefe y no nuestro mejor amigo, también tiene que despedir, bajar el sueldo, cambiar a un profesional de puesto, etc.
- El tolerante. Si un jefe tolera cualquier tipo de actitud, es decir, no premia las buenas acciones de sus empleados, pero tampoco penaliza las malas, esto puede llevar la empresa a la ruina.
- El sobreocupado. Es un líder que está en todos lados pero suele desaparecer cuando más falta hace. Además, suele impregnar de confianza a todos lo que le rodean ya que aparentemente todo está controlado. Nada más lejos de la verdad.
- El relajado. Pasa buena parte de su jornada laboral pegado al teléfono, navegando por Internet y sin acelerarse por nada. Su actitud puede llegar a contagiar a su equipo, dando lugar a trabajadores muy poco ágiles.
- El sumiso. Cree que cumplir órdenes es la mejor manera de tener contento a sus superiores y de que su equipo funcione. Conformista por naturaleza, nunca se le oye una voz más alta que otra… hasta que explota. Si lo hace, se puede convertir en un déspota.
- El cotilla. Hace partícipes a sus empleados de todo lo que sucede en la empresa, pero no de lo que realmente importa.
- El omnipresente. Llega el primero a la oficina y se va el último. Lo quiere controlar absolutamente todo y no delega. Estos líderes pocas veces confían en sus colaboradores porque les considera sus rivales. Siempre solicitan opinión, pero al final se impone su criterio.
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